Mitos y Realidades

Sobre la Discapacidad Auditiva

E l ámbito de la sordera está rodeado de mitos, medias verdades, confusiones y desconocimientos, por ejemplo…

  • Mito: Los sordos también son mudos.
  • Realidad: Las personas con sordera pueden llegar a hablar –si el daño físico no afecta su capacidad de habla–, y además puede utilizar la lengua de señas.

 

  • Mito: Las personas con sordera pueden leer y escribir sin ningún problema.
  • Realidad: Las personas con sordera tienen toda la capacidad necesaria para leer y escribir, pero en general presentan dificultades al inicio debido a que en el proceso de aprendizaje de la lectoescritura primero se debe entender que las letras son imágenes que representan sonido, y asociar formas (letras) a fonemas (sonidos). Cuando un niño o niña no escucha, no aprende las palabras ni su significado, y por ello tampoco aprende la escritura gramatical de esa lengua oral, y en consecuencia, queda afectada la asociación entre letras y palabras con el significado de cada palabra. Leer sin un referente sonoro de las letras es una tarea muy difícil, y escribir también lo es, sin embargo puede aprenderse con tiempo y tenacidad.
  • Mito: Las personas con sordera desarrollan extraordinariamente su habilidad visual-espacial.
  • Realidad: En comparación a las personas que si escuchan, sólo fortalecen algunas habilidades visuales, numéricas, mecánicas o espaciales, aquellas que les ayudan a orientarse en el espacio.
  • Mito: La lengua de señas es universal.
  • Realidad: No es universal porque los grupos de personas sordas son reducidos y suelen estar aislados; además cada país tiene su propia lengua de signos, e incluso hay diferencias en un mismo país, de unas regiones a otras (tal como hay modismos y palabras que sólo se hablan en algunas regiones). Sin embargo, existe sí una lengua de Signos Internacional, que es empleada en encuentros mundiales.
  • Mito: Todas las personas con pérdida auditiva desarrollan la lectura labio-facial.
  • Realidad: Las personas pre-lingüísticas –quienes adquirieron la sordera antes de haber desarrollado el lenguaje– no pueden seguir una conversación leyendo los labios de sus interlocutores porque no saben cómo se habla cada palabra. La boca tiene muchas configuraciones físicas casi idénticas que producen diferentes sonidos, y que son difíciles de diferenciar, como los sonidos que se hacen desde la garganta. La lectura de labios se realiza a través de un proceso de discriminación de movimientos de la boca y las formas gestuales que corresponden a sonidos específicos en que se pronuncia cada palabra.
  • Mito: Los conceptos abstractos no pueden ser expresados en lengua de señas.
  • Realidad: La lengua de señas cumple las mismas funciones que cualquiera de las lenguas orales, y por lo tanto con ella se expresan tanto conceptos concretos (como “silla”), como los abstractos (como “felicidad”). Es una lengua rica y completa.
  • Mito: La educación en lengua de señas dificulta el aprendizaje de la lengua escrita.
  • Realidad: Muchas personas, con sordera y sin pérdida auditiva aprenden ambas lenguas, tal como se aprenden distintos idiomas. Algunos estudios revelan que los niños pueden aprender la lengua de señas 2 ó 3 meses antes de que puedan aprender a hablar verbalmente, pero esto no constituye ninguna barrera para aprender la lengua escrita.
  • Mito: El alfabeto manual es lengua de señas.
  • Realidad: El alfabeto manual ayuda a deletrear palabras, al igual como se hace en la lengua escrita, pero esta herramienta solo la comprenden sordos alfabetizados y/o oralizados. La lengua de señas, además de tener una forma manual para cada letra y número, tiene señas o gestos para palabras o conceptos (como “llenar” o “caminar”…), que corresponden a un significado completo, sin necesidad de deletrear cada palabra.
  • Mito: La lengua de señas es una representación del idioma hablado.
  • Realidad: Es común considerar a la lengua de señas como una traducción gráfica y simbólica de cada una de las palabras del idioma hablado, en nuestro caso el español, pero no es así. Esta idea errónea lleva a considerar el lenguaje de señas como un recurso paliativo del habla.

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